Conocí no hace mucho a un paisano en Hoyos al que todos llamábamos cariñosamente “Pepito”. Falleció por lo relativo del vivir, pero vivió mas que otros entre otras muchas cosas y por su carácter aventurero buscando vestigios de asentamientos posibles de los primeros colonizadores de Hoyos del Espino. Él mantenía que camino de la Covacha había dos montículos que pudieron pertenecer a hornos para la realizacion de tejas por los moros que sin lugar a dudas mantuvieron esa actividad en esta localidad. El como otros vecinos buscó y al menos encontró retejos de aquel entonces.
“Pepito” fue sin duda un visionario en su epoca; hizo un museo en su casa, que hoy, si existiera, sería motivo de consulta para historiadores o personas que como él, gustaran de contemplar utensilios de otras epocas para asi mejor saber de donde venimos.
Al igual que los pueblos vecinos, Hoyos del Espino queda afectado tangencialmente en las primeras campañas de los caudillos árabes, podríamos pensar que fueron los beréberes, nómadas y ganaderos también como los vetones, aunque en esto hay discrepancias entre los historiadores, pero fuera como fuese, los árabes atraviesan la sierra, dado que en el año 712 destruyen Ávila, no podemos olvidar que estamos en una de las fronteras que en esa época dividía el mundo árabe del mundo cristiano en la península.
Los ganaderos de esa civilización árabe se adaptan al sistema preexistente, mejorándolo con la introducción del ganado ovino y ayudando a generalizar la trashumancia que hoy todavía se practica.
Pero siguiendo con el relato del párroco Manuel Castel,
En el camino que va de los Hoyos a Piedrahita, y en su ultimo tramo, hallase la Sierra, hace un escalón gigantesco para descender a la depresión que forma al Val del Corneja, bajada larga y asperísimo que los naturales llaman vulgarmente Bajada de la cumbre. El nombre propio de este contrafuerte de Gredos o cumbre, es monte de la Jura en memoria del juramento que el Conde Fernán González toma a los cabos de sus tropas, de vencer o morir por la fe de Cristo, en la batalla y asalto que iban a dar a Piedrahita entonces en poder de la morisma. Sucedió esto a principios del siglo X, venciendo el conde cristiano y siendo consecuencias de tal victoria liberar, además de Piedrahita, a Ávila y arrojar al enemigo desde estas tierras hasta la ribera del Tajo.
Como contrapartida, el pico mas elevado de Gredos, lleva adscrito el nombre del gran caudillo moro Almanzor que pocos años después de la batalla dicha de la Jura, cruzo estas sierras y extendió su poderío por los reinos cristianos hasta mas allá de lo que desde la alta cumbre puede divisarse.
Para desterrar al moro de estas tierras que utilizaba como ultimo refugio que le guardaba en su boscaje de piornos gigantescos, robledales, pinos y otros arbustos que cubrían el suelo, se apelo al fuego como operación de limpieza. Se incendiaron los pinares, los robledales, toda la tupida vegetación de monte bajo, ardiendo durante varios días toda esta zona que constituye el corazón de la sierra. Imponente y fáustico espectáculo que debió de quedar hondamente grabado en el animo de los comarcanos y que aun se le conoce con el nombre de Quema de la Sierra.
Es quizá en esta época cuando el párroco Castel emplaza al lector en su libro para ubicar el nacimiento del pueblo de Hoyos del Espino y lo hace entre otros muchos matices haciendo alusión a una constante que sin duda en esa época marcaba mas que ahora la vida de los lugareños de esa época, la nieve, y lo hace aludiendo a un elemento natural que era el que obligaba a dejar estas duras tierras en el invierno de aquel entonces sin negarle su consideración mas grande.
Cuenta Castel:
La nieve. Como un sudario húmedo a las rigideces de un cadáver, así se adapta por cerros y hondonadas a las irregularidades de esta tierra muerta... Y creed que si empleo esta comparación, es mas por lo que tiene de plasticidad, que por lo que tiene de tristeza. ¿Es triste la Sierra nevada...? ¿Es alegre...?
Es bella. ¡Ah, la nieve! Como esas hadas de la leyenda que en un momento con su varita de marfil logran trasformaciones prodigiosas, así ella con el marfil de su blancura, cambia en un momento también, el paisaje de ensueño. ... Entonces se comprende, (cuando nieva o ha nevado), que no hay paisaje en la naturaleza con un lujo mayor.
El invierno manda aquí.
Pero un año paso Noviembre, paso Diciembre y enero, y, bajo la nieve que las cubría y las celliscas que las azotaban, las cabañas no cesaron en todo el invierno de humear... Aquellos anónimos ganaderos que, arriesgando su rigor, pasaron aquí el primer invierno, fueron sin duda los fundadores del pueblo”.
Llegamos de esta manera a la época cristiana. En la reconquista y posterior repoblación es posible que el proceso repoblador fuera lento, debido a lo accidentado del medio natural y a que fue impulsado desde ciudades que, como Ávila, se encontraran con escaso excedente demográfico, favoreciendo en el siglo XIII, el nacimiento de pequeñas comunidades de hombres libres que ocupan el valle y que explotan como no el mismo con practicas socio económicas anteriores o introduciendo nuevas técnicas para el mejor aprovechamiento.
El libro de la Montería, escrito por Alfonso XI a mediados del siglo XIV, hace alusión a estas tierras, permitiendo reconstruir el paisaje de Hoyos del Espino, reseñando genéricamente el paisaje de Gredos como el propio de un espacio donde domina la Naturaleza, pero donde también existe ya una importante presencia humana. Los bosques, las matas de pinos, cobijo de osos, jabalís ..., tienen una destacada presencia pero las continuas referencias a labrados, centeneras, dehesas, colmenares, majadas, hornos, molinos, herrerías son pruebas indiscutibles, junto a la densa red de caminos y proliferación de aldeas, de que el territorio se encontraba bastante humanizado o en vías de serlo a mediados del siglo XIV.
Una vez efectuada la reconquista, se establece la adjudicación de estas tierras a los señores de Alba dentro del señorío de Valdecorneja, para recortar el poder a los concejos de Ávila y Plasencia, el interés de la nobleza es tanto por los recursos de la tierra, fundamentalmente pascicolas y forestales, como por el control de las rutas mesteñas organizando el territorio de Gredos en función de esos intereses nobiliarios cuya base económica es fundamentalmente la ganadera y articulando esa organización en base a pueblos importantes que son controlados por las Comunidades de Villa y Tierra a la que se suscribe Hoyos del Espino.